Mientras te miro irte por y para siempre, puedo sentir la sangre en las venas y el dolor en las sienes.
Lo siento con algo o todo de impotencia. Quiero abrazarte fuerte y besarte el cuello, desenredar tus rubios rulos entre mis dedos y no darme ahí por vencido. Como el convicto y condenado a muerte al que le dan una ultima cena antes de ir al patíbulo, magnífica, completa, yo pido una noche como las de antes. Madrugadas de besos, y amaneceres de caricias tocando el esplendor, de manos entre las piernas, de sonrisas furtivas y conversaciones sobre mañanas sin esperanzas, pero que le dan sentido a todo. Y luego los guiños cómplices de caricias y sonidos acallados ante la posibilidad de escuchas ajenas. Y el pensar en vos los días posteriores. En el cole o en la calle, recordando tus gestos, tu decir y tu callar, contando lunares en la sombra y algún detalle que hace que una tenue corriente recorra mí espalda de abajo hacía arriba.
Repitamos aquellos días una vez mas, despertaremos a los vecinos y beberemos del elixir que nos queda desde aquel día. No dejo de pensar en tu espalda encorvándose y tus ojos al cielo, perdón.
CADA JUEVES UN RELATO: Misterios sin resolver
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* Me sumo con esta delirante interpretación del famoso manuscrito Voynich a
la convocatoria juevera de esta semana, siguiendo la propuesta que la
querida...
Hace 4 días.